Parte 1.
“Para Tina quien me mostró la historia y que es una musa estupenda, llena de belleza y carisma”.
Un cajón medio abierto, de él colgaba, como cuelgan las enredaderas en las paredes durante el otoño, una maraña de ropa que en su buen tiempo fuera la favorita de cualquier mujer, es claro que el gusto exquisito, sobrio y elegante, heredado tal vez de su madre y mejorado con los años se convertía en una disyuntiva que no había advertido durante los 3 meses que había gestado la placentera noche.
Fuera del cajón, extendido por cama, escritorio, closet y hasta piso, el desorden de ropa marcaba la escena; pero no era un desorden sucio, era un desorden estético, casi tan estético como una gran variedad de flores ubicadas estratégicamente en el sitio de la seducción, casi tan estético como el dibujo de un niño con crayones en la pared de la sala de estar, casi tan estético como figura en medio de él. El espejo de la habitación mostraba una silueta femenina abstraída ante la indecisión, la luz tenue dejaba entrever que algo se cocinaba a hurtadillas, más su rígida postura hacía saber que algo no estaba bien.
Si la hubiese visto caminar pensaría que sus caderas se movían al ritmo de las mejores canciones de Chuck Berry, si la hubiese visto leer pensaría que tiene ojos inescrutables indefinidos de forma infinita entre azabache y marrón, si la hubiese visto hablar pensaría que de la comisura de sus labios salían ondas hipnóticas que desviaban el sentido de las palabras sobre la danza única color carmín en los rebordes exteriores, delgados y móviles de su boca. Sin embargo, de pie bajo aquella luz tenue la silueta reflejaba una mujer normal, cómo las que ves en un aula de clase, en el bus o en la cafetería.
-¿Qué me pongo?-Se repetía sin cesar, como una plegaria que espera ser contestada.
Meses atrás las cosas parecían claras en exceso, ahora en la víspera la perfección de su plan quedaba expuesta y no lo esperaba de esa forma, pues tener la situación bajo control era su estilo.
Debería mencionar que estaba desnuda pero es irrelevante saber que el cabello húmedo caía sobre su espalda en gajos lisos y gruesos, que sobre su pecho las gotas de agua competían con frenesí el camino hacia sus asombrosos pezones, que sus senos eran dos toronjas perfectas cosechadas en un clima benévolo tropical como frutos del paraíso, que su cintura dibujaba las márgenes de una guitarra, que su cola fue tallada en piedra, que su vulva evocaba la puerta de Petra esperando ser abierta para compartir el cálido interior y que sus piernas cerraban el conjunto con la sutil pureza de la obra divina; Definitivamente eso es irrelevante, lo verdaderamente interesante ocurría en su cabeza que maquinaba tal cual un motor de movimiento perpetuo.
Continuara...
Autor: Juan
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