¡Volvimos!... con un final inesperado... si quieres leer la parte 1 aquí y parte 2 aquí.
Una mañana llegaron unos hombres vestidos como se visten los hombres de la ciudad, buscaron a Campo para hablar con él, yo estaba en el árbol de mango y los vi, hablaron mucho, Campo movía rápido las manos, se secaba la frente y miraba al piso, ellos simplemente lo miraban moviendo la cabeza de arriba a abajo, mamá dice que eso se llama asentir. Esa noche no me senté a revisar los cuadernos, Campo no se sentó a fumar tabaco con tinto, mamá no me dio el beso en la frente, ellos se fueron de la mano a la quebrada a hablar como siempre y me dijeron que fuera a dormir, los miré un rato hasta que me dio sueño, luego, como todas las noches, me fui a la cama. Los siguientes días pasaron de igual forma, sólo que mamá lloraba mirando al cielo, rezando en silencio, no sonreía, no me ayudaba con las tareas y se iba a hablar con Campo a la quebrada, siempre de la mano, mamá nunca me había dado la mano, pensé que eso sólo lo hacían los grandes.
Esa noche mamá llegó a dormir antes, cuando la escuché caminar cerré los ojos a la fuerza.
-¿Dani? ¿Dani estás dormido?- Tenía la voz rara como cuando le da gripa.
-Tengo sueño mamá.-Me tomó por el hombro y me levantó, la miré, ella lloraba.
-¿Te duele la garganta mamá?- Me abrazó.
-Dani tenemos que irnos.
-¿Ya? ¿A dónde?
-No ahora, en unos días, a la ciudad, los tres.
-Pero me gusta aquí, ¿Nos llevamos los perros? ¿Y los mangos? ¿Voy a ir al colegio allá?
-¡También me gusta aquí, pero tenemos que irnos! -Ya no lloraba, habló duro, su voz era como cuando ordenaba que me fuera a bañar. Y no habló más.
-Yo voy a donde vayan Campo y tú, mamá.-Me abrazó más fuerte hasta que me quedé dormido.
El día que nos íbamos a la ciudad mamá y yo nos levantamos temprano para ir a la iglesia, yo quería quedarme con Campo que nunca iba, pero mamá me obligó a ir, estuvimos en una misa larga, luego nos despedimos de la profesora del colegio y del señor de la tienda. De vuelta a la casa, corrí delante de mamá para buscar a Campo, entregarle un rosario que le envió el cura y decirle que el señor del camión llegaba en una hora.
-¡Campo¡ ¡Campo!-Grité para que me oyera, pero no salió. Lo busqué en la quebrada, en el mango, en la silla del tabaco. Y no estaba.
Iba a entrar a la casa cuando mamá me alcanzó, venía cantando. Abrí la puerta, y lo vi, ahí estaba el hombre en la cuerda. Detrás, mamá gritó.
-Campo, ¡NO!, Campo… - Pero ese no era Campo, era el hombre en la cuerda,
Campo no tenía los ojos así de grandes y rojos, ni la cara morada, ni el cuello doblado de esa forma. Mamá me agarró la mano, me llevó a la quebrada y me dijo que la esperara ahí.
Lo otro ya lo olvidé, recuerdo que llegó mucha gente y mamá lloraba, que siempre estuve lejos, que sacaron al hombre en la cuerda cubierto con sábanas, que mamá le cogía la mano, que Campo nunca llegó y que después, días después, viajamos a la ciudad.
Últimamente detesto que mamá me lleve al colegio porque me lleva de la mano, pero yo la dejo, porque el Hombre en la cuerda se fue y ya no podrán caminar juntos, de la mano, como antes.
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